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Cambiando el Cuento del Lobo

En este artículo vamos a salirnos un poco del mundo del perro doméstico, para entrar en el de un cánido salvaje: nuestro Lobo Ibérico (Canis lupus signatus).

Desde la más tierna infancia y desde hace cientos de años, los niñ@s son condicionados subliminalmente sobre lo malo que es el Lobo. Mediante cuentos y canciones infantiles, se transmite una imagen de animal sediento de sangre, que mata por matar, que devora niñ@s, abuelas, cerditos constructores y cabritillos confiados, que busca venganza, etc. Esta es una situación que lo que está consiguiendo, es que se perpetúe esa injusta mala fama que arrastra desde que el ser humano empezó a desarrollar el pastoreo y la ganadería.

Desde nuestra Asociación, impartimos charlas a niñ@s en Colegios para que conozcan la realidad de este magnífico animal. Lo comparamos con otros animales como el León,  para que entiendan que el Lobo es algo así como el León en Europa, ya que cumplen una función muy similar en el ecosistema. Pero mientras a uno se le admira y se le otorgan características como el valor y la nobleza, al otro se le odia y se le otorgan características peyorativas, como la maldad, la venganza, el ansia asesina. Ningún animal es bueno o malo. Eso sólo lo podemos ser los humanos. Los carnívoros (en este caso los Lobos) hacen lo que tienen que hacer para sobrevivir: cazar otros animales. Nos vemos en la necesidad de enseñar a los niñ@s a valorar y respetar la riqueza de toda nuestra fauna. No sólo aquella a la que otorgamos el calificativo exclusivamente humano de “la bondad”. Además, tenemos la enorme suerte de tener una especie de Lobo autóctona y que no se da en ningún lugar más, que en la Península Ibérica.

Tradicionalmente (y con la inestimable ayuda de cazadores y ganaderos), a todo animal carnívoro se le ha tachado de “Alimaña” en España. Unos porque competía con ellos por los trofeos, y otros porque ocasionalmente se alimentaban de ganado doméstico. Y con esta etiqueta, se han llevado hasta casi el exterminio a Lobos, Osos, Águilas, Buitres, Búhos, Linces, etc. Pues bien, resulta que absolutamente TODOS los carnívoros son esenciales para mantener un equilibrio medioambiental. Si eliminamos de la cadena trófica un súper predador como el Lobo, las presas de las que se alimenta (Ciervos, Jabalíes, Gamos, etc), se multiplicarán hasta someter a su hábitat a un estado de incapacidad de manutención. Es decir, si eliminamos al animal que controla las poblaciones de herbívoros, la población de estos aumentará exponencialmente, ya que no hay un carnívoro que elimine los enfermos, los heridos, los ancianos, los débiles,… Todos sobreviven, todos se siguen alimentando y reproduciendo. Y el ecosistema no es infinito. Tiene una capacidad limitada para mantener herbívoros. Y sin el animal que los controla, simplemente colapsará.

Aquí entran muchos cazadores humanos, autoerigiéndose en paladines de la naturaleza, alegando que sólo ellos pueden conseguir que la población de herbívoros no se convierta en plaga. Es curioso, porque si ellos  no hubieran eliminado previamente a los carnívoros autóctonos que se alimentaban de ellos y que controlaban sus poblaciones, no podrían ejercer su “afición” con esa aura de “salvadores del medio ambiente” que se otorgan a sí mismos. Con la reintroducción de los predadores extinguidos de zonas donde antes habitaba, y sometidos a la extremada explotación por parte de los herbívoros silvestres, se regularía sólo el problema.

En otro frente de lucha, el Lobo tiene como rival a los ganaderos y pastores. Es cierto que algunas veces, los Lobos atacan el ganado doméstico. ¿Cómo y porqué ocurre esto? Resulta que en las zonas donde siempre ha habido y sigue habiendo Lobos hoy día, los ganaderos y pastores han seguido utilizando las medidas preventivas como medio disuasorio y muy eficaz contra los ataques. Los rebaños son guiados a diario por el pastor (o los pastores) acompañado de un buen grupo de Mastines. Estos perros se han criado desde tiempo inmemorial para defender al ganado del Lobo y el Oso. No tienen nada que ver con esos Mastines que a lo mejor vemos en la calle o en una exposición de belleza canina. Son perros de trabajo de verdad. Y en zonas con alta actividad de Lobos, llevan puestas las tradicionales Carlancas. Esto son collares de hierro hechos con púas, que protegen el cuello de los Mastines de las dentelladas del Lobo, en caso de llegar al enfrentamiento directo. Además, el rebaño es estabulado cada noche en recintos protegidos con pastores eléctricos, quedándose los Mastines con él para seguir protegiéndolo. Y a la mañana siguiente, se vuelve a sacar el ganado del establo y se le lleva a pastar acompañado del pastor y sus Mastines. Y por la noche, se le vuelve a recoger en el establo. Y así todos los días. Los pastores y ganaderos que siguen realizando así su oficio, apenas tienen ningún incidente con el Lobo. Ningún Lobo se va a arriesgar a una pelea con varios Mastines, por intentar conseguir una oveja. Es mucho menos arriesgado intentar encontrar un Ciervo o un Gamo débil o herido. Sin embargo, en zonas donde el Lobo desapareció hace años (exterminado por cazadores y ganaderos), resulta que está retornando de manera natural. Y los ganaderos han cambiado en estos años su rutina. Al no haber ningún predador que supusiera un riesgo para su rebaño, comenzaron con la ganadería extensiva. Dejando sus animales en el monte sin protección durante días o incluso semanas. Sin un pastor que los guiara, sin Mastines que los defendiera, sin estabularlos por las noches para evitar los ataques. No aplican ninguna medida preventiva. Y claro, una vez que el Lobo vuelve a conquistar territorios que fueron suyos antaño, comienzan los problemas. La solución, a priori, a mí se me antoja bastante sencilla. Que los ganaderos vuelvan a retomar las medidas preventivas y que se acabe con la ganadería extensiva, mediante la que actúan como si el monte fuera de ellos. Y si aún aplicando todas las medidas preventivas, se sufre un ataque y se demuestra que ha sido el Lobo (no olvidemos que hay miles de perros asilvestrados que también atacan al ganado), que la Administración indemnice de manera justa, rápida y eficaz. Pero no todos los ganaderos están dispuestos a aplicarlas, porque es muchísimo más cómodo seguir funcionando como hasta ahora y exigir que se exterminen los Lobos para que nada cambie. Los Lobos simplemente aprovechan la oportunidad de cazar unos animales que suponen mucho menos riesgo, que enfrentarse a un Ciervo o un Jabalí. ¿Se debe tachar por esto al Lobo con una característica exclusivamente humana, como es el “ser malo”? Por supuesto que no. Sin embargo, el odio al Lobo está muy arraigado.

El despropósito legislativo en el que se encuentra este magnífico animal (supuestamente protegido al sur del río Duero pero no al norte, donde en algunas zonas se le puede cazar y en otras “regular su población”), tampoco ayuda para nada a la resolución del conflicto, ni favorece que el Lobo pueda asentarse en nuevas zonas de manera segura.

El miedo atávico del Lobo hacia el ser humano, sólo es comparable al odio atávico del ser humano hacia el Lobo.

 

Antonio Luengo Trillo

Educador y Técnico en Modificación de Conducta Canina

Presidente de la Asociación Canina Licaón

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